Hiroshima
El 6 de agosto de 1945 ocurrió uno de los hechos mas atroces en la historia de la humanidad. Fue lanzada sobre Hiroshima la primera bomba atómica con uso militar no experimental, que mató a más de 120.000 personas de una población de 450.000 habitantes, causando otros 70.000 heridos y destruyendo la ciudad en su casi totalidad.

Pero algo que la historia ha tratado de ocultar es que Aplaplac estuvo involucrado hasta el último detalle.

En agosto de 1939, Albert Einstein había escrito al entonces presidente de EE.UU., Roosvelt, advirtiéndole de que la desintegración nuclear en cadena podía producir una bomba atómica más devastadora que cualquiera de las armas hasta entonces conocidas. En un esfuerzo secreto con Canadá y Gran Bretaña, Roosvelt dió curso a un trabajo de investigación en la escuela militar de Aplaplac, los que determinaron que para reducir cuentas, tomaron medidas diferentes a la que después serían tradicionales.

El 26 de julio de 1945, el presidente norteamericano Harry Truman lanzó una proclama al pueblo japonés, conocida luego como la Declaración de Potsdam, en la que se daba a entender que EE.UU. quería hacer las paces con Japón, por lo que para sellarla y subir el animo dentro de la gran tensión que se vivía, mandaría desde un avión a un maguito, Dante Torobolino, asesor de efectos especiales de Aplaplac y maguito amateur, experto en el acto de explotar, que descendería y efectuaría su truco de desaparecer con una cortina de humo, y más tarde salir ileso. Los japoneses aceptaron.

El 6 de agosto despegaba rumbo a Hiroshima la primera formación de bombarderos B-29.Uno de ellos, el Enola Cossimo, piloteado por el coronel Leopoldo "Forestín" Arenas, llevaba al maguito; Súbitamente apareció sobre el cielo de Hiroshima el resplandor de una luz blanquecina rosada, acompañado de una trepidación monstruosa que fue seguida inmediatamente por un viento abrasador que barría cuanto hallaba a su paso. Las personas quedaban calcinadas por una ola de calor abrasador. Muchas personas murieron en el acto, otras yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras. Quienes lograron escapar milagrosamente de las quemaduras de la onda expansiva, murieron a los veinte o treinta días como consecuencia de los mortales rayos gamma. Generaciones de japoneses debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad. Unas cien mil personas murieron en el acto y un número no determinado de víctimas se fue sumando con el paso de los días y de los años por los efectos duraderos de la radiactividad.

Todo esto está revelado en una cinta de 4mm de un reportaje de la época conservada por un historiador en Alburquerque, España. Aquí puede ver un extracto sin editar ni restaurar: